El instinto de ir en búsqueda de alimentos es un instinto que ha existido desde el inicio de los tiempos en el ser humano, apunta a la sobrevivencia y al deseo de subsistir. Con el pasar de los siglos, el ser humano ha ido evolucionando y por tanto sus necesidades. Asimismo, tal como el mundo se encuentra en constante evolución, el hombre ha ido evolucionando y con ello las necesidades y exigencias. Por lo tanto, ¿qué pasa con la evolución del procesamiento de nuestras emociones, será este acorde a las vivencias de la actualidad?, ¿estaremos sincronizados?, ¿nos podremos adaptar?
Él Hambre Emocional a diferencia del Hambre Fisiológico alude al uso de la comida como vehículo para sentirnos mejor. Mientras que él Hambre Fisiológico, es la necesidad física del cuerpo por adquirir alimento para funcionar, sobrevivir y mantener el balance hormonal necesario.
Cómo gatillantes de esta conducta tenemos 3 principales procesos:
1) Desequilibrios inducidos por la dieta. Cantidad y calidad de los hábitos alimenticios
2) Descensos de neurotransmisores determinantes de la mayoría de nuestras emociones: Dopamina y Serotonina (Cerebro-Sistema Digestivo)
3)Estilo de alimentación: como, cuando y con quién comemos.
Por lo qué, el deseo de comer no estaría siempre determinado por el “hambre fisiológica”. También podría estar relacionada con la “búsqueda del placer” en base a nuestros mecanismos de recompensa, o la “compensación”, la cual se activaría cuando experimentamos emociones negativas y deseamos suprimirlas o disminuirlas.
Es por esto que debemos comprender que existe una relación entre nuestro cerebro y sistema digestivo, la cual es bidireccional. Esto produce como resultado que algunas emociones o situaciones como, por ejemplo: el aburrimiento, la soledad, la tristeza, el asco, el enojo, una desilusión, etc., suelen no sólo ser emociones que experimentamos, sino que posibles gatillantes de la producción de alteraciones psicosomáticas que afectan a nuestro aparato digestivo y/o producen otra sintomatología física.
A la vez mediante los mecanismos de recompensa, podemos alterar nuestra ingesta según cómo nos alimentamos (por ejemplo: apurados, viendo la televisión o siendo conscientes de nuestra alimentación), cuando y con quién (cercanos, amigos y familiares con malos hábitos alimenticios o en contexto de una celebración como un asado o cumpleaños. Tras consumo en exceso de alcohol o consumo de Marihuana que suele producir el conocido "bajón").
En conclusión, el Hambre Emocional resulta ser un factor muy importante en nuestro bienestar, y cada vez más común entre nosotros, ya que suele convertirse en una conducta que se instaura lentamente, como un patrón en nuestro comportamiento. Esta conducta, buscamos justificarla por medio de una recompensa, homenaje y/o celebraciones. Consecuente a ello y para compensar nuestro acto, generalmente realizamos rutinas de ejercicios agobiantes, ayunos, dietas extremas muy dañinas para nuestro organismo e incluso en situaciones de mayor intensidad ejercer conductas autolesivas que pueden derivar de una patología concomitante. Se aconseja frente a esto, que al notar que el Hambre Emocional se vuelve una conducta reiterada, se debe pedir ayuda y asesoramiento con un(a) psicólogo(a) clínico.
Loreto Cáceres Parker
Psicologa Clínica Infanto Juvenil
Psicologa clínica de Adicciones
Especialista en psicoterapia de Adultos.
@psicologalcp